En La muerte de Artemio Cruz, Carlos Fuentes nos revela los procesos mentales de un viejo que no es capaz de valerse por sí mismo y que se halla postrado ante la muerte inminente e indigna, pero su voluntad -que le ha otorgado una posición sobresaliente en la sociedad- se resiste a dejarse vencer. ( )

En su lecho de muerte, durante su último medio día, el anciano y enfermo Artemio Cruz recuerda: no siempre fue ese triste saco de huesos y fermentos corporales; alguna vez fue joven, osado, vigoroso. Y tuvo ideales, sueños, fe. Para defender todo eso, incluso combatió en una revolución. Más la rapiña, la codicia y la corrupción extinguieron su fuego y aniquilaron su esperanza. Tal vez por ello perdió a la única mujer que de verdad lo amó.

Personaje genuino. Interesante para analizar la deshonestidad ( )

Artemio Cruz se muere, y Carlos Fuentes nos va a contar su vida. Lo hará a retazos, saltando hacia adelante y hacia atrás en el tiempo, con escenas aparentemente sueltas pero que poco a poco van dibujando lo esencial para que entendamos quién es este hombre y por qué es como es. A la vez, asistimos al monólogo interior del moribundo. Todo se estructura en capítulos que responden a las fechas de las escenas clave de su vida, cada uno de ellos como con tres secciones, encabezadas por uno de los tres pronombres personales del singular: yo, tú, él. Las secciones del "él" nos narran esas escenas en un estilo más o menos convencional. Las otras transcriben lo que el moribundo va pensando y sintiendo, en una forma mucho más experimental. El resultado final es a veces un poco confuso o grandilocuente (Fuentes quiere hacer de su personaje un arquetipo de la entera historia de México), pero en general bastante convincente. Enseguida vemos que se trata de un personaje rico y poderoso, con muy pocos escrúpulos, que parece despreciar a su mujer y a su hija y añorar a su amante. Por supuesto, a lo largo de la obra iremos poco a poco viendo cómo Cruz ha llegado a eso, pero nunca de forma lineal, siempre a saltos, aunque la primera juventud y la niñez se dejan para el final del todo, que es cuando muchas cosas ya se explican. El final me ha recordado el de la película "2001, una odisea espacial" de Kubrick ( )

Cruzamos el río a caballo.

The 71-year-old Artemio Cruz is on his deathbed: we look back at his life through a series of flashbacks, in some kind of arbitrary non-chronological order (and ending with the moment of his birth), each preceded by a stream-of-consciousness reflection by the old man in the sick-room, vaguely aware of what is going on around him but unable to communicate with his family and staff.

Cruz started as a minor player in the Mexican Revolution, a junior army officer from the back of beyond. By the end of his life, he has risen by a mixture of betrayal, corruption and a talent for survival to control a business empire, several key newspapers, and most of the Mexican government. Fuentes uses his career as a foundation for reflecting on the nature of revolutions in general and the Mexican one in particular, the way they are started by people with real wrongs to right on behalf of their communities, but somehow always end up being taken over by people with clear personal ambition and the will to power. He points out what he sees as weaknesses in the structure of postcolonial Mexican society that make it particularly susceptible to being exploited by people like Cruz.

But this is also an extended meditation on mortality, the way our lives seem to centre on outliving other people, but death always turns up sooner or later (Fuentes was only in his forties when he wrote this!). And it's a love-song to Mexico's landscape, culture, ethnic diversity and languages — at the very centre of the text is a long prose-poem celebrating the "Mexican verb" chingar (also the subject of a famous essay by Octavio Paz).

Like most "new novels" of the period, it's not an easy read, and it's often deliberately confusing, mixing very precisely timed and dated sections with passages where we are unsure where or when we are or who is talking. But there's a lot of very exciting, captivating language there, and it's obviously a book that will repay reading two or three times. ( )