Uno de los varios libros de viajes que Cela fue publicando al calor del éxito del "Viaje a la Alcarria". Este, por cierto, empieza donde terminó "Del Miño al Bidasoa", es decir, en la Navarra vascoparlante, y hasta bien entrado el texto no llega a Jaén.

El libro se lee muy bien. Cela encontró el tono justo para combinar la guía de viajes con las impresiones al pasar sobre personas y anécdotas. A veces me recuerda a Azorín. Pero, en comparación con otros libros similares, este parece hecho como de prisa. El autor-vagabundo se deshace en elogios de los lugares por donde pasa, incluyendo las ciudades (en las que, según propia confesión, no acaba de encontrarse a gusto), pero da la sensación de que siempre tiene prisa por marcharse, por terminar. No sé si Cela encajó bien con el Valle del Guadalquivir, pero lo cierto es que, aunque dice pasarlo bastante bien, quizá le falta alma. A lo mejor es que se trata de una tierra pintada una y mil veces, hecha de su propio tópico, sobre la que cada uno tiene su propia opinión y, por tanto, pocas sorpresas caben. No es lo mismo descubrir un pueblo perdido en Guadalajara que hablar por enésima vez de Córdoba o de Sevilla. Bueno, podría destacarse la extensa demostración de conocimientos sobre el flamenco, tan amplia y sistemática que casi parece sospechosa, como si fuese una vacuna contra la posible crítica de no haber sabido conectar con el alma andaluza. En fin, que se lee muy bien, ya digo, pero quizá no aporta tanto como cabía esperar. ( )