Si alguien piensa que sabe cómo sonará el resultado de Alexandre Desplat antes de escucharlo, Isle of Dogs seguramente será una sorpresa. Sus composiciones para las películas de Anderson son a menudo los que lo llevan más allá de su zona de confort y de la música mundial: el Grand Budapest Hotel, por ejemplo, fue una mezcolanza cultural intencional de influencias de toda Europa Central y del Este, e Isle of Dogs es muy parecida. En términos generales, la composición podría describirse como una interpretación minimalista de la música folclórica tradicional japonesa; tiene una paleta instrumental intencionalmente limitada, y está más interesado en el ritmo y la textura que en la interacción temática, pero el sonido que crea Desplat es fascinante en su ejecución final.