La memoria es sesgada, selectiva; adorna, tamiza los hechos con el barniz del tiempo volcando las emociones e ideas del presente en los sucesos pasados.
Como todo libro de memorias, éste de Víctor Serge es, con seguridad, un ejercicio de desmemoria. No siempre consciente, no por falta de honestidad; es el tiempo transcurrido, la perspectiva los que transforman los hechos recordados.
Aún así, Serge nos ofrece unas estampas vívidas, por vividas, de la revolución rusa, de sus protagonistas (Lenin, Bujarin, Trotsky, Zinoviev,...), de los críticos, de la disidencia, del gulag. También de los movimientos revolucionarios en España, del frente populismo en Francia. Las páginas destilan amargura, desilusión, ironía al contemplar la ingenuidad pasada pero "¿Cuántos nombres, cuántas siluetas de un mundo desaparecido, la piedad del recuerdo quisiera retener aquí!"(pág. 185)
Junto a esta piedad la creencia en el ser humano, la esperanza, aún virgen pese a los acontecimientos vividos, en un futuro mejor "Con esta condición única, convertida en imperativo categórico: no renunciar jamás a defender al hombre contra los sistemas que planean la aniquilación del individuo" (pág. 461) ( )

Uneven, mostly because Serge is so good at inhabiting his own past, and so determined to record facts, many of which are related better by others. When those two things come together, it's quite difficult to get on board: here's a long explanation of Bolshevik politics, in which Serge plays a role, and with no obvious reflection. But soon enough he's on the outs with the Bolsheviks, he reflects more, and you start to wish that Lenin had been assassinated after all, and Serge had somehow managed to get himself to the top of the greasy pole. Far superior to all the right-wing 'end of an illusion' books, because Serge matures from an incorrect certainty to an astonishing clarity of mind, rather than 'maturing' from one incorrect certainty to another. ( )

Hijo de exiliados rusos huidos de la tiranía zarista, su infancia de miseria queda simbolizada en la muerte de un hermano por hambre. Pronto su espíritu crítico lo llevará a la militancia, primero en el movimiento obrero belga, luego en el anarquismo francés, por lo que sufre persecución y cárcel. En la Barcelona insurrecta de principios del XX, será amigo de Ascaso, Durruti, Nin, Seguí? Cuando en Rusia se enciende la mecha revolucionaria de 1917, se suma al movimiento. Testigo y protagonista, nos deja incomparables retratos de personajes únicos en la vorágine de la historia: Kropotkin, Lenin, Trotsky, Balabanova, Figner, Zinoviev, y también de otros intelectuales arrastrados por la marea: Gorki, Essenin, Maiakovski, Istrati, Pilniak, Gumilev. Son extraordinarias sus estampas de la España revolucionaria, de Viena y Berlín en ebullición, de las inciertas noches de Moscú y Petrogrado.

Pronto denunciará la degradación del bolchevismo. Su crítica de los atropellos, la represión y los crímenes le deparará el acoso y el Gulag. Sufrió el periplo de un «disidente» ruso: difamación, censura, prisión, deportación y expulsión de la URSS. Jamás claudicó. Para Serge, cada hombre es responsable de sí mismo y del prójimo. Estas memorias son un acto político, además de un monumento literario: con pensamiento diáfano, disecciona las contradicciones del proceso revolucionario y los mecanismos del autoritarismo, también del conformismo individual y colectivo. ( )

Este libro narra el itinerario y el testimonio de un "desidente" ruso, excluido, deportado, rechazado, censurado. Desde el fondo de los años lejanos se eleva, más actual que nunca, la voz de un espíritu libre: el del "hereje" en tiempos de ortodoxias. Esta edición contiene el texto revisado y corregido por Victor Serge antes de su muerte, en México y un prólogo de Jaime Labastida. ( )

"I have outlived three generations of brave men, mistaken as they may have been, to whom I was deeply attached, and whose memory remains dear to me. And here again, I have discovered that it is nearly impossible to live a life devoted wholly to a cause which one believes to be just; a life, that is, where one refuses to separate thought from daily action. The young French and Belgian rebels of my twenties have all perished; my syndicalist comrades of Barcelona in 1917 were nearly all massacred; my comrades and friends of the Russian Revolution are probably all dead �E€E any exceptions are only by a miracle. All were brave, all sought a principle of life nobler and juster than that of surrender" the bourgeois order; except perhaps ( )