La idea básica es que las aproximaciones racionalistas a Dios, además de parciales, acaban teniendo el riesgo de manipularle, de reducirle a lo que nosotros queremos o esperamos que sea. El autor no pretende desprestigiar esta tarea, absolutamente necesaria, sino sólo relativizarla y poner en valor otras formas de acercarse a Dios, o de dejar que Él se acerque a nosotros, como la mística. No en vano, los dos autores más citados del libro son San Agustín y San Juan de la Cruz. Tiene razón, y por eso a veces algunas opiniones suenan a lo que queremos oir, o a lo que otros quisieran oir. Dios nos supera.

Pero el lenguaje del autor me ha sorprendido por su oscuridad. El estilo se hace pesado, enrevesado, difícil de seguir. A lo mejor yo tampoco tenía muchas ganas de "meterme en teologías", pero creo que no consigue hablar claro. Molestan sobremanera las notas al pie, auténticos excursos colocados en medio de una frase que distraen más que otra cosa; de hecho, mi lectura mejoró bastante cuando decidí ignorarlas. Esperaba más de este autor, aunque, repito, en el fondo tiene razón. ( )